Un Nobel a las promesas
Contra todo pronóstico, el presidente estadounidense Barack Obama ha sido galardonado con el Nobel de la Paz. Más que un reconocimiento, Obama arrastra ahora consigo más presión para mantener en pie su discurso de reconciliación.
El mayor problema, empero, es que él puede tener las mayores ansias por la paz mundial, pero desafortunadamente no dependerá de sus posiciones, sino de sus mayores enemigos políticos e ideológicos. Obama puede querer la paz, pero los fundamentalistas no comparten la misma concepción de "armonía" que él maneja.
¿Merece el Nobel? A mi juicio fue una apuesta muy apresurada frente a un Presidente que no tiene ni un año gobernando la nación más poderosa sobre la tierra.
El Nobel no ha premiado esta vez las acciones, sino las intenciones de un mandatario que, si quiere, rompió por completo los esquemas del hacer político en Washington. Obama ha apostado por el diálogo, la reconciliación, perfecto, pero en ningún momento ha enterrado sus intenciones de que, detrás de ese multilateralismo, EEUU debe seguir teniendo la última palabra, y es eso lo que Europa ha mandado como señal: que siga siendo EEUU la primera potencia, que siga tomando las iniciativas y nosotros la apoyamos; es el libre mercado con derechos humanos lo que vale y nada más".
Por otro lado, el excepcional mercado mediático o "lobby" que se apostó sobre la figura de Barack Obama fue y es profundo, rompió por completo la imaginación del hombre a la hora de querer conseguir un líder en tiempos menesterosos. Los medios construyeron a un súper hombre que gobierna un país muy poderoso, y eso es muy delicado.
Obama ha iniciado como dije un proceso de acercamiento hacia los sempiternos discordantes de Occidente y EEUU, por ejemplo Irán o Cuba, y que el Nobel sea un espaldarazo a sus posiciones, es también un mensaje hacia esos países. El mundo apoya las nuevas posturas de Washington, y las naciones conflictivas deben tomar el camino del cambio, sino estarán del lado contrario de la historia.
Un ejemplo de esos mensajes en momentos en que el debate nuclear está en la mesa de discusiones y causa tanta preocupación, ya el Comité Nobel lo envió en 2005 cuando la AIEA y su presidente Mohamed ElBaradei fue galardonado; se estaban iniciando las discusiones con Irán por su programa nuclear y Occidente le mostró a Teherán que ese debería ser el camino.
Para muchos demócratas, propagar la democracia debería ocupar un lugar más abajo de la agenda nacional de EEUU. Ese país no debería estar dando discursos a otros sobre ese punto, porque una democracia sencillamente más discreta funciona mejor.
Como dijo Peter Baker del NYT, Obama parece estar de acuerdo con ese punto. En una entrevista con el Washington Post, dijo que quería ver la promoción de la democracia "a través de un lente que realmente ofrezca una vida mejor a la gente en la práctica y que esté menos obsesionada por la forma y más preocupada por la sustancia".
El mandatario arrancó la reconciliación con el mundo árabe. Está consiente de que su país debe de salir de Afganistán e Irak. Le demostró a los golpistas de Honduras que EEUU ya no es la nación que a simple vista apoya los derrocamientos, y acercándose a Cuba comenzó a derruir el discurso antiimperialista que Hugo Chávez abanderaba.
Fue una apuesta apresurada, pero un llamado a la acción, veremos cómo va el mundo de aquí al 10 de diciembre cuando tenga que recibir el premio.
El mayor problema, empero, es que él puede tener las mayores ansias por la paz mundial, pero desafortunadamente no dependerá de sus posiciones, sino de sus mayores enemigos políticos e ideológicos. Obama puede querer la paz, pero los fundamentalistas no comparten la misma concepción de "armonía" que él maneja.
¿Merece el Nobel? A mi juicio fue una apuesta muy apresurada frente a un Presidente que no tiene ni un año gobernando la nación más poderosa sobre la tierra.
El Nobel no ha premiado esta vez las acciones, sino las intenciones de un mandatario que, si quiere, rompió por completo los esquemas del hacer político en Washington. Obama ha apostado por el diálogo, la reconciliación, perfecto, pero en ningún momento ha enterrado sus intenciones de que, detrás de ese multilateralismo, EEUU debe seguir teniendo la última palabra, y es eso lo que Europa ha mandado como señal: que siga siendo EEUU la primera potencia, que siga tomando las iniciativas y nosotros la apoyamos; es el libre mercado con derechos humanos lo que vale y nada más".
Por otro lado, el excepcional mercado mediático o "lobby" que se apostó sobre la figura de Barack Obama fue y es profundo, rompió por completo la imaginación del hombre a la hora de querer conseguir un líder en tiempos menesterosos. Los medios construyeron a un súper hombre que gobierna un país muy poderoso, y eso es muy delicado.
Obama ha iniciado como dije un proceso de acercamiento hacia los sempiternos discordantes de Occidente y EEUU, por ejemplo Irán o Cuba, y que el Nobel sea un espaldarazo a sus posiciones, es también un mensaje hacia esos países. El mundo apoya las nuevas posturas de Washington, y las naciones conflictivas deben tomar el camino del cambio, sino estarán del lado contrario de la historia.
Un ejemplo de esos mensajes en momentos en que el debate nuclear está en la mesa de discusiones y causa tanta preocupación, ya el Comité Nobel lo envió en 2005 cuando la AIEA y su presidente Mohamed ElBaradei fue galardonado; se estaban iniciando las discusiones con Irán por su programa nuclear y Occidente le mostró a Teherán que ese debería ser el camino.
Para muchos demócratas, propagar la democracia debería ocupar un lugar más abajo de la agenda nacional de EEUU. Ese país no debería estar dando discursos a otros sobre ese punto, porque una democracia sencillamente más discreta funciona mejor.
Como dijo Peter Baker del NYT, Obama parece estar de acuerdo con ese punto. En una entrevista con el Washington Post, dijo que quería ver la promoción de la democracia "a través de un lente que realmente ofrezca una vida mejor a la gente en la práctica y que esté menos obsesionada por la forma y más preocupada por la sustancia".
El mandatario arrancó la reconciliación con el mundo árabe. Está consiente de que su país debe de salir de Afganistán e Irak. Le demostró a los golpistas de Honduras que EEUU ya no es la nación que a simple vista apoya los derrocamientos, y acercándose a Cuba comenzó a derruir el discurso antiimperialista que Hugo Chávez abanderaba.
Fue una apuesta apresurada, pero un llamado a la acción, veremos cómo va el mundo de aquí al 10 de diciembre cuando tenga que recibir el premio.
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