¿Pueden los periodistas ayudar en los desastres?
Esta columna que presento a contituación la escribió uno de mis colegas de Reuters,
Andrew Cawthorne, quien estuve hacsta ayer en Puerto Príncipe cubriendo la trategia de Haití. Andrew ha estado varias veces en Venezuela cubriendo las locuras de nuestro gobierno. Sin embargo, esta reflexión es digna de una clase de periodismo.
¡Enhorabuena por él! Sobre la fotografia... es de Jewel Samad, de la AFP, me parece genial la imagen
Andrew Cawthorne, quien estuve hacsta ayer en Puerto Príncipe cubriendo la trategia de Haití. Andrew ha estado varias veces en Venezuela cubriendo las locuras de nuestro gobierno. Sin embargo, esta reflexión es digna de una clase de periodismo.
¡Enhorabuena por él! Sobre la fotografia... es de Jewel Samad, de la AFP, me parece genial la imagen
¿Pueden los periodistas ayudar en los desastres?
Por A.C
"¿Puede ayudarme?".
"Eh ... a lo mejor los soldados estadounidenses o la Cruz Roja puedan".
"No, ¿puede ayudarme USTED? Necesito que USTED ayude a mi bebé".
La mujer haitiana que llevaba a su hijo herido y con fiebre me tomó con la guardia baja mientras hacía algunas entrevistas con los sobrevivientes del devastador sismo en un campo de refugiados.
Mirándome a los ojos, con una insistencia circunspecta, me hizo la pregunta que ha perseguido sin descanso a los corresponsales extranjeros por generaciones: ¿podemos ayudar?.
Algunas veces, como en Haití durante los terribles días que siguieron al terremoto de magnitud 7,0 del 12 de enero, el cronista no puede evitar ser partícipe de la situación, sin importar con cuanta fuerza se quiera que la notebook o la cámara de fotos sea un escudo.
La cara de este bebé estaba tan cubierta de cortaduras, pus y llagas que era difícil mirarlo. A su alrededor, en el mismo campo, habían otros 50.000 refugiados.
Detrás de ellos, en una gran cantidad de otros campos, se ubicaban cientos de miles de personas más: gente sin hogar, hambrientos y heridos por el terremoto.
Pero ninguno de ellos era tratado como objeto de lástima: muchos estaban llevando adelante actos de heroísmo del tipo del que nosotros los tipos flacuchos nunca seríamos capaces.
Entonces ¿las hordas de personas que nos subimos en aviones y camiones para reportar el desastre que puso a Haití de nuevo en el mapa del mundo de la manera más horrible ayudamos de alguna manera?
Es seguro que nuestras palabras e imágenes ayudaron a impulsar una respuesta internacional sin precedentes. Nuestras visitas a los rincones de Puerto Príncipe donde nadie estaba recibiendo nada agregó urgencia y dirección a la distribución de la ayuda.
Le dimos voz a los que se quedaron sin hogar, y nuestras historias de rescates en los escombros, de la solidaridad de los haitianos en las calles, llevaron algo de esperanza.
Pero para los detractores, la prensa volvió a saltar sobre una tragedia para explotar el sufrimiento, entrometerse en el camino de los rescatistas y desperdiciar preciosos recursos con la gasolina, la comida y el agua que se necesitaban para mantener nuestros costosos operativos en movimiento.
UNA BUENA ACCION
¿Y qué pasa a largo plazo?
Organizaciones como la mía tienen un periodista a tiempo completo en Haití. La casa de nuestro colega Joseph Guyler Delva colapsó, y él evacuó a su esposa y sus hijos a Canadá, pese a que sigue reporteando en su país y va a seguir haciéndolo, día y noche, mucho después que los corresponsales "paracaidistas" se hayan ido.
Pese a eso, el interés de la prensa comenzará a disminuir a medida que los días y las semanas pasen, justo cuando Haití necesite que el mundo se mantenga cerca por un largo período.
Periodistas veteranos de todo el mundo llegaron a Haití para llevar adelante la cobertura del desastre, y fue interesante ver la manera en que manejaron la tácita pregunta de cómo ayudar: si sacar una foto o antes de eso ayudar en el traslado de un bebé herido.
Algunos se lanzaron al esfuerzo de ayuda, colaborando con el traslado de los heridos a las postas médicos, llevando adelante algunas tareas de primeros auxilios, o tratando de encontrar a padres o hijos perdidos.
Otros arrastraron sus conciencias llevando a cabo una "buena acción" cada día.
Algunos se centraron en hacer su tarea, creyendo que no tenían la capacidad para desarrollar las mismas tareas para las que habían llegado los médicos, soldados y trabajadores humanitarios.
Cruzando la frontera desde Haití a República Dominicana, antes de volver a casa, estas preguntan me rebotaban en la mente mientras los camiones cargados con ayuda pasaban en dirección opuesta a la mía.
Cualquier orgullo personal en el trabajo de la semana pasaba parecía irrelevante, casi ofensivo.
Las imágenes de tareas previas en Irak, Somalia, Perú flotaban en una mente cansada y estresada. Huracanes, conflictos, aviones estrellados, avalanchas, bombas se mezclaban con las desgarradoras postales y los olores de Puerto Príncipe.
La pregunta de la ayuda me marcó aún más.
¿El bebé? recibió tratamiento, no se preocupes.
¿Yo ayudé? Realmente no lo sé.
"Eh ... a lo mejor los soldados estadounidenses o la Cruz Roja puedan".
"No, ¿puede ayudarme USTED? Necesito que USTED ayude a mi bebé".
La mujer haitiana que llevaba a su hijo herido y con fiebre me tomó con la guardia baja mientras hacía algunas entrevistas con los sobrevivientes del devastador sismo en un campo de refugiados.
Mirándome a los ojos, con una insistencia circunspecta, me hizo la pregunta que ha perseguido sin descanso a los corresponsales extranjeros por generaciones: ¿podemos ayudar?.
Algunas veces, como en Haití durante los terribles días que siguieron al terremoto de magnitud 7,0 del 12 de enero, el cronista no puede evitar ser partícipe de la situación, sin importar con cuanta fuerza se quiera que la notebook o la cámara de fotos sea un escudo.
La cara de este bebé estaba tan cubierta de cortaduras, pus y llagas que era difícil mirarlo. A su alrededor, en el mismo campo, habían otros 50.000 refugiados.
Detrás de ellos, en una gran cantidad de otros campos, se ubicaban cientos de miles de personas más: gente sin hogar, hambrientos y heridos por el terremoto.
Pero ninguno de ellos era tratado como objeto de lástima: muchos estaban llevando adelante actos de heroísmo del tipo del que nosotros los tipos flacuchos nunca seríamos capaces.
Entonces ¿las hordas de personas que nos subimos en aviones y camiones para reportar el desastre que puso a Haití de nuevo en el mapa del mundo de la manera más horrible ayudamos de alguna manera?
Es seguro que nuestras palabras e imágenes ayudaron a impulsar una respuesta internacional sin precedentes. Nuestras visitas a los rincones de Puerto Príncipe donde nadie estaba recibiendo nada agregó urgencia y dirección a la distribución de la ayuda.
Le dimos voz a los que se quedaron sin hogar, y nuestras historias de rescates en los escombros, de la solidaridad de los haitianos en las calles, llevaron algo de esperanza.
Pero para los detractores, la prensa volvió a saltar sobre una tragedia para explotar el sufrimiento, entrometerse en el camino de los rescatistas y desperdiciar preciosos recursos con la gasolina, la comida y el agua que se necesitaban para mantener nuestros costosos operativos en movimiento.
UNA BUENA ACCION
¿Y qué pasa a largo plazo?
Organizaciones como la mía tienen un periodista a tiempo completo en Haití. La casa de nuestro colega Joseph Guyler Delva colapsó, y él evacuó a su esposa y sus hijos a Canadá, pese a que sigue reporteando en su país y va a seguir haciéndolo, día y noche, mucho después que los corresponsales "paracaidistas" se hayan ido.
Pese a eso, el interés de la prensa comenzará a disminuir a medida que los días y las semanas pasen, justo cuando Haití necesite que el mundo se mantenga cerca por un largo período.
Periodistas veteranos de todo el mundo llegaron a Haití para llevar adelante la cobertura del desastre, y fue interesante ver la manera en que manejaron la tácita pregunta de cómo ayudar: si sacar una foto o antes de eso ayudar en el traslado de un bebé herido.
Algunos se lanzaron al esfuerzo de ayuda, colaborando con el traslado de los heridos a las postas médicos, llevando adelante algunas tareas de primeros auxilios, o tratando de encontrar a padres o hijos perdidos.
Otros arrastraron sus conciencias llevando a cabo una "buena acción" cada día.
Algunos se centraron en hacer su tarea, creyendo que no tenían la capacidad para desarrollar las mismas tareas para las que habían llegado los médicos, soldados y trabajadores humanitarios.
Cruzando la frontera desde Haití a República Dominicana, antes de volver a casa, estas preguntan me rebotaban en la mente mientras los camiones cargados con ayuda pasaban en dirección opuesta a la mía.
Cualquier orgullo personal en el trabajo de la semana pasaba parecía irrelevante, casi ofensivo.
Las imágenes de tareas previas en Irak, Somalia, Perú flotaban en una mente cansada y estresada. Huracanes, conflictos, aviones estrellados, avalanchas, bombas se mezclaban con las desgarradoras postales y los olores de Puerto Príncipe.
La pregunta de la ayuda me marcó aún más.
¿El bebé? recibió tratamiento, no se preocupes.
¿Yo ayudé? Realmente no lo sé.
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