Suramérica entre tensiones y diálogo franco


Tensiones, retórica y diálogo franco son las referencias más cabales de las relaciones entre los gobiernos suramericanos en los últimos cincuenta años.

En medio de las conversaciones entre los presidentes de Venezuela y Colombia dadas el 10 de agosto en Santa Marta para restablecer los contactos, las disputas no se han traducido en un conflicto bélico, lo que habría puesto a la región en riesgo, y al contrario, ha primado la vía del diálogo con el impulso de países vecinos.

Hasta hace quince años la Suramérica registró su último conflicto bélico, la llamada Guerra del Cenepa entre Perú y Ecuador, en 1995, que en cinco semanas dejó más de 300 muertos.

La guerra se gestó por las diversas interpretaciones que los dos países le dieron a la aplicación de un tratado de paz firmado después de la guerra de 1941, en el que se delimitaban las fronteras comunes; más allá de esto, Suramérica ha sido una región de relativa calma.

Por las fracturas ideológicas y la aparición de nuevos liderazgos, Suramérica, o en sí, Latinoamérica entera, enfrenta crecientes riesgos y oportunidades. En la región resurgieron viejas tensiones entre algunos países así como la aparición de nuevos conflictos, en el marco de una escalada armamentista y el creciente gasto militar de varios gobiernos.

Hasta el momento, sin embargo, en la región varios países mantienen disputas políticas y económicas e incluso históricas que están siendo negociadas a través de comisiones binacionales. Hay una paz tangible.

Argentina y Uruguay mantienen discusiones debido a la instalación de una planta de producción de pasta de celulosa en la frontera común por parte de los uruguayos; no obstante, la decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre esto cerró un capítulo en la disputa que se estaba dando desde hace siete años y que originó incluso el cierre temporal de un puente binacional.

Asimismo, aunque Chile y Bolivia no tienen relaciones diplomáticas a nivel de embajadores desde 1962, salvo un paréntesis entre 1975 y 1978, los gobiernos de Sebastián Piñera y Evo Morales se han mostrado dispuestos a seguir conversaciones.

Desde 2006 ambos países negocian una solución a la petición de Bolivia de acceder al mar basada en una agenda de 13 puntos. Una de las alternativas planteadas es ceder a Bolivia un corredor por la región chilena de Arica, en la frontera con Perú, que antes de la guerra en el siglo XIX fue territorio peruano.

Aunque Brasil posee fronteras con casi todos los países de Suramérica, resolvió sus diferencias limítrofes a mediados del siglo XIX.

En una carta dirigida a los presidentes Hugo Chávez y Juan Manuel Santos en Santa Marta, un grupo de intelectuales, políticos y escritores de ambos países, rememoraban, entre otros hechos, cómo Chile y Argentina lograron superar un arduo y prolongado diferendo limítrofe, gracias, entre otras cosas, a la construcción de un Mecanismo Permanente de Consultas y Coordinación Política de alto nivel que terminó llámandose Comité Permanente de Seguridad argentino-chileno (Comperseg). Era un mero ejemplo de la concordia en medio de las diferencias.

Si es sobre tensiones geográficas actuales, Nicaragua y Colombia también mantienen una disputa por los límites fronterizos en el Caribe, por la isla de San Andrés, debido a una demanda presentada por Managua en 2001, que declaró no válido un acuerdo de límites suscrito en 1928 y llevó el litigio a la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Y aunque el ataque de militares colombianos a un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Ecuador el 1 marzo de 2008 generó tensiones y la ruptura de relaciones, los impasses no han escalado a hechos más lamentables, por lo que gracias a la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y otros foros internacionales, ambos gobiernos, con intención de dialogar, están a punto de reanudar vínculos.

Brasil ha tratado de surgir como la potencia suramericana capaz de mediar en las crisis de sus vecinos, y el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva de alguna forma lo ha conseguido, aunque se le siga criticando que su "excesiva ecuanimidad" en el fondo, genere cortinas de humo que luego vuelven a incendiarse.

Modelos propios

El miércoles 11 de agosto el canciller argentino, Héctor Timerman, afirmaba en Washington que su país no tenía intenciones de desplazar a Brasil como mediador en conflictos de la región y subrayaba la capacidad de Suramérica para resolver sus problemas "por sus propios miembros", una realidad de la que el mundo se está convenciendo.

“Argentina no busca desplazar a nadie, busca sumarse”, dijo Timerman en rueda de prensa en Washington respecto a la mediación del ex presidente argentino y actual secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Néstor Kirchner, en las negociaciones entre Colombia y Venezuela.

Y es que Unasur, un fruto de la cancillería brasileña en la gestión de Lula, y que ha tomado un rol protagónico como organismo para solventar las diferencias, es vista con relatividad en la región. Por un lado, sirve para que las discusiones de esta parte del continente no terminen en foros menos compenetrados y desconectados de la realidad local e influenciados por EEUU, pero otros lo consideran muy ligado a las corrientes de izquierda que imperan en estos momentos.

Algo significativo sobre esto lo comentó el canciller Timerman recientemente:
“Creemos... que los problemas de América del Sur, y si puede ser de América entera también, deben ser resueltos por sus propios miembros, por los países de la región”.

En este sentido, y apuntando a “éxitos” anteriores como la mediación entre Colombia y Ecuador, Timerman destacó la “importancia” de las organizaciones regionales como Unasur o el Grupo de Río que, afirmó, constituyen "el camino para la resolución de conflictos” puesto que proporcionan el “ámbito” donde la región puede “reflexionar y analizar los problemas y buscar soluciones locales a problemas locales”.

Pero en el mayor de los casos, y parafraseando al presidente Santos, es mejor que cada gobierno solucione sus problemas "cara a cara", aunque necesiten el empujón de los vecinos.

Desafíos modernos
Uno de los mayores riesgos tangibles que los analistas han percibido es la internacionalización que el presidente Chávez ha buscado darle a su revolución bolivariana, que más allá de ser un proyecto político, es la herencia expansionista de la revolución cubana que Fidel Castro lideró hasta 1990 cuando la Unión Soviética se desmoronó, queriendo implantar el comunismo como modelo y forma de Estado.

Si se estudia esto fríamente, como recuerdan especialistas, las últimas y verdaderas tensiones regionales se han desencadenado por la ingerencia "desatinada" desde Caracas sobre sus vecinos y la respuesta desde otros sectores --también radicales-- sobre esto. Con el único gobierno que Venezuela no ha tenido roces contundentes es Brasil, cuyo líder ha servido de domador y catalizador de las posturas radicales del presidente Chávez.

De igual forma, la erosión paulatina de la hegemonía de Estados Unidos está cada vez más preocupando a la clase política de ese país que ha visto como un Gobierno: el de Colombia, es realmente hoy su verdadero socio estratégico y casi fiel en Suramérica.

La diversidad de tendencias políticas es lo que está identificando a la región, lo que no ha sido obstáculo para que se presente un debilitamiento de las instituciones en muchos países en donde sus ciudadanos son espectadores asombrados por las artimañas de sus gobernantes para perpetrarse en el poder, refundar el Estado y amoldarlo a sus intereses.

Esta última crisis ya solventada -- por el momento-- entre Colombia y Venezuela evidenció, de nuevo, que las vías de entendimiento terminan dando frutos, y Suramérica continúa recibiendo lecciones de diálogo. No se ha dado una verdadera guerra en el Continente desde hace cien años. Entre buenas y malas palabras los vecinos se sigue soporta.

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