Latinoamérica y sus congresos
Un pasaje rasante por América Latina permite concluir que la mayoría de sus gobernantes están haciendo vida con parlamentos plurales en el que representantes de todas las tendencias han podido mantener el equilibrio de fuerzas en una región marcada por un pasado político de corte autoritario.
A excepción de Cuba - última dictadura del continente- el resto de los 34 parlamentos de la región están, en mayor o menor medida, ejerciendo presión sobre los gobiernos para mantener equilibrado el resto de los poderes públicos.
La región ha dado un giro hacia la izquierda en los últimos diez años con gobiernos autodenominados "progresistas", y aunque el monopartidismo ostentó el poder durante décadas en países como México o Chile, hubo debates entre las distintas fuerzas políticas.
53% de los latinoamericanos creen que sus ideas pueden llegar al poder, por ejemplo a través de sus partidos políticos en el Congreso, revelaba el informe de 2009 del Latinobarómetro, donde se evidenciaba que 64% de los ciudadanos aún cree en el poder del voto.
Con la epidemia reeleccionista que sacudió al continente en los últimos años, los Congresos permitieron potenciar, pero también frenar, las ambiciones de muchos gobernantes.
En Brasil, a pesar de tener una amplia mayoría en el Congreso bicameral, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva tuvo que ejercer presión para que varios de sus proyectos y reformas socioeconómicas fueran aprobadas. El PIB del país llegó a 8,9% el año pasado.
Un ejemplo de esta vital batalla se dio cuando sonados casos de corrupción en el partido oficialista, el Partido de los Trabajadores (PT), comenzaron a estallar en 2005 y se presionó desde Legislativo para impulsar las investigaciones.
Pero la antítesis de esta realidad se vio en 2005 en Venezuela, cuando la oposición no acudió a las urnas, lo que devino en que el presidente Hugo Chávez concentrara la mayoría absoluta del Parlamento y quedara sin ningún control político.
Cambios en el mapa
En Argentina, la presidenta Cristina Fernández y su esposo y antecesor, Néstor Kirchner (2003-2007) perdieron en 2009 la mayoría absoluta en el Parlamento que mantenían desde hacía siete años, y el cual ahora ha frenado varias de sus polémicas reformas económicas.
En el llamado eje bolivariano -Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela-, en el primer caso, el presidente Daniel Ortega está enfrentado con la oposición liberal desde hace meses por sus intentos de ir a la reelección en el año 2011.
Para el líder sandinista, no obstante tener la mayoría parlamentaria, la oposición en este pleno se ha convertido en un dolor de cabeza al grado de sugerir en marzo la posibilidad de disolver el Congreso.
En Bolivia, con dos tercios del Congreso a favor de Evo Morales, el gobernante ha tenido que debatir con una oposición que le complica sus objetivos.
En Chile, Paraguay, Uruguay o México, donde sus gobernantes no cuentan con amplias mayorías en el Legislativo, las fuerzas políticas adversas se han sentado a dialogar a pesar de sus diferencias.
En Chile, por primera vez en veinte años, la derecha ocupa el Gobierno ante un Parlamento en el que además no tiene mayoría, lo que no impide, bajo un objetivo común de progreso, que la economía local crezca 6% como proyectó el presidente Sebastián Piñera.
Un ejemplo de las tensiones en los Congresos se vivió en Colombia entre 2002 y 2009. De los 268 congresistas escogidos en 2006, 85 son investigados por nexos con paramilitares, hubo 16 condenados por los tribunales y 12 están en juicio, en su mayoría adeptos al gobierno de Álvaro Uribe. Este hecho melló la credibilidad del Poder Legislativo en los ocho años del "uribismo".
Hoy Juan Manuel Santos, el nuevo mandatario colombiano tiene mayoría en el Congreso gracias a las coaliciones formadas, sin embargo, la oposición controla varias cámaras tanto en el Senado como en la Cámara Baja, por lo que no todas las decisiones que quiera tomar podrán pasar sin serios debates.
Más allá de tensiones propias de la política en toda la región, la correlación de poderes ha impedido que nuevas dictaduras se impongan y de alguna forma la democracia permita la libre discusión de ideas.
A excepción de Cuba - última dictadura del continente- el resto de los 34 parlamentos de la región están, en mayor o menor medida, ejerciendo presión sobre los gobiernos para mantener equilibrado el resto de los poderes públicos.
La región ha dado un giro hacia la izquierda en los últimos diez años con gobiernos autodenominados "progresistas", y aunque el monopartidismo ostentó el poder durante décadas en países como México o Chile, hubo debates entre las distintas fuerzas políticas.
53% de los latinoamericanos creen que sus ideas pueden llegar al poder, por ejemplo a través de sus partidos políticos en el Congreso, revelaba el informe de 2009 del Latinobarómetro, donde se evidenciaba que 64% de los ciudadanos aún cree en el poder del voto.
Con la epidemia reeleccionista que sacudió al continente en los últimos años, los Congresos permitieron potenciar, pero también frenar, las ambiciones de muchos gobernantes.
En Brasil, a pesar de tener una amplia mayoría en el Congreso bicameral, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva tuvo que ejercer presión para que varios de sus proyectos y reformas socioeconómicas fueran aprobadas. El PIB del país llegó a 8,9% el año pasado.
Un ejemplo de esta vital batalla se dio cuando sonados casos de corrupción en el partido oficialista, el Partido de los Trabajadores (PT), comenzaron a estallar en 2005 y se presionó desde Legislativo para impulsar las investigaciones.
Pero la antítesis de esta realidad se vio en 2005 en Venezuela, cuando la oposición no acudió a las urnas, lo que devino en que el presidente Hugo Chávez concentrara la mayoría absoluta del Parlamento y quedara sin ningún control político.
Cambios en el mapa
En Argentina, la presidenta Cristina Fernández y su esposo y antecesor, Néstor Kirchner (2003-2007) perdieron en 2009 la mayoría absoluta en el Parlamento que mantenían desde hacía siete años, y el cual ahora ha frenado varias de sus polémicas reformas económicas.
En el llamado eje bolivariano -Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela-, en el primer caso, el presidente Daniel Ortega está enfrentado con la oposición liberal desde hace meses por sus intentos de ir a la reelección en el año 2011.
Para el líder sandinista, no obstante tener la mayoría parlamentaria, la oposición en este pleno se ha convertido en un dolor de cabeza al grado de sugerir en marzo la posibilidad de disolver el Congreso.
En Bolivia, con dos tercios del Congreso a favor de Evo Morales, el gobernante ha tenido que debatir con una oposición que le complica sus objetivos.
En Chile, Paraguay, Uruguay o México, donde sus gobernantes no cuentan con amplias mayorías en el Legislativo, las fuerzas políticas adversas se han sentado a dialogar a pesar de sus diferencias.
En Chile, por primera vez en veinte años, la derecha ocupa el Gobierno ante un Parlamento en el que además no tiene mayoría, lo que no impide, bajo un objetivo común de progreso, que la economía local crezca 6% como proyectó el presidente Sebastián Piñera.
Un ejemplo de las tensiones en los Congresos se vivió en Colombia entre 2002 y 2009. De los 268 congresistas escogidos en 2006, 85 son investigados por nexos con paramilitares, hubo 16 condenados por los tribunales y 12 están en juicio, en su mayoría adeptos al gobierno de Álvaro Uribe. Este hecho melló la credibilidad del Poder Legislativo en los ocho años del "uribismo".
Hoy Juan Manuel Santos, el nuevo mandatario colombiano tiene mayoría en el Congreso gracias a las coaliciones formadas, sin embargo, la oposición controla varias cámaras tanto en el Senado como en la Cámara Baja, por lo que no todas las decisiones que quiera tomar podrán pasar sin serios debates.
Más allá de tensiones propias de la política en toda la región, la correlación de poderes ha impedido que nuevas dictaduras se impongan y de alguna forma la democracia permita la libre discusión de ideas.
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