Los militares y Fernando Lugo

Montaje/FLB
Lo ocurrido en Paraguay es un reflejo de la herencia política de la vieja dictadura que mantuvo a esta nación sometida durante 35 años al olivato del general Alfredo Stroessner (1954-89) donde los militares siguen teniendo la última palabra.

El presidente Fernando Lugo fue crucificado luego de un juicio político sumario de 24 horas, en el que su defensa fue escueta por no decir pobre, y los miembros del aún gobernante Partido Colorado, haciendo vida en otras facciones con supuestas tendencias conversas, se apiñaron para defender sus intereses y reafianzar el poder.
La particularidad que tuvo la dictadura paraguaya en todo su contexto ayuda a explicar parte de lo que está pasando en estos momentos en Paraguay.

Que los militares no hayan sacado a Lugo de su residencia, encarcelado o expulsado del país, como ocurre en muchos casos de golpe de Estado –el ejemplo en Honduras con Manuel Zelaya-, no quiere decir que no estuviesen en el fondo a favor de lo ocurrido. Respetaron la institucionalidad a los ojos de su país y el mundo, sí; el “golpe fue político”, quizá, pero el trasfondo es complejo.

La existencia de una especie de partido único cívico-militar –El Colorado- en el que los militares conservaban la autoridad suprema, fue lo que diferenció la dictadura paraguaya de muchas otras en la región hace dos décadas.

Los altos mandos –un cuerpo desproporcionado en relación al tamaño del Ejército y a la población del país- eran los grandes electores del partido. Todos los oficiales llevaban al cuello los pañuelos rojos distintivos de los colorados. Así, la mayoría de los generales de Strossner eran terratenientes y empresarios que usufructuaban la corrupción del régimen, como recordaba el intelectual peruano Luis Esteban Manrique.


El exdictador Alfredo Stroessner parte al exilio, el 3 de febrero de 1989.
Como cuenta Manrique en su obra América Latina: de la conquista a la globalización, “en un Estado contrabandista como Paraguay (durante la dictadura de Stroessner) cada jefe militar de región fronteriza tenía su especialidad, de acuerdo a la demanda interna o externa y al arbitro del ‘padrino’: harina, aparatos de televisión, automóviles, electrodomésticos, ganado robado… la tolerancia del comercio ilegal se volvió un medio de gobierno”.

Paraguay es hoy en día la nación que tiene la más alta concentración de la tierra en toda América donde 1% de los propietarios posee 77% del área productiva y menos de 50% de los agricultores y campesinos tiene 1% de las tierras. Unas estadísticas oficiales adjudican a 351 propietarios 9.7 millones de hectáreas en una nación en el que 43% de su población aún es rural.

El exobispo-presidente cometió un gran pecado en busca de la absolución política: vinculó a figuras opositoras directamente dentro de su gobierno para mantener un equilibrio de fuerzas necesarios en el país para no verse frenado ante el Legislativo y dar una imagen de conciliador. La fórmula era adecuada y tradicional en el ejercicio de la política democrática, y si bien los mecanismos para la destitución del Presidente están amparados y son legales en la Constitución de Paraguay, no siempre son los adecuados o debe recurrirse a ellos en extremo.

Evaluar el efecto de lo que ha ocurrido sobre Lugo y Paraguay tomará tiempo. Por el momento la imagen de “país” avanzado y maduro quedó entredicha. La del ahora expresidente ya venía empañada por sus desaciertos y su desastrosa vida personal (dos hijos reconocidos a pesar de haber sido sacerdite), pero la rebelión que impulsa por lo sucedido puede lavar su imagen y utilizarla para resucitar.  

La lección más importante, sin embargo, la debe dar y tomar el país, no dejarse presionar ni chantajear por sus vecinos y “aliados” y demostrar su autodeterminación. Mientras la cúpula policial y militar siga apoyando al nuevo gobierno de Federico Franco, todo seguirá en orden en esta pequeña nación, si se dividen puede venir entonces una confrontación no sólo civil, sino también armada.

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