El punto ciego de la guerra en Siria

El presidente sirio Bashar al Assad
Condicionar un ataque sobre Siria por la muerte de unas 1.300 personas por gases químicos es un argumento un poco vago a estas alturas. Decir que se bombardeará Damasco para darle una lección al presidente Bashar al Assad, es mucho más vago aún. Sincerar lo que realmente se desea sobre ese estratégico país del Medio Oriente es mucho mejor y permitirá unificar los criterios de la opinión pública mundial al respecto. ¿Es por petróleo? Ese discurso no cabe aquí en lo absoluto.

Las muertes por la ofensiva con sustancias químicas en la ya historiada “masacre de Al-Ghoutta” representa menos del 1% de los muertos de la guerra civil que atormenta ese país desde 2011, unos 100.000 personas. En estadística, no significa nada. Al corriente de los despachos de información sobre la guerra del conocido "Observatorio Sirio de de Derechos Humanos", con sede en Londres, más personas murieron en un fin de semana en Aleppo, Homs o Daráa durante el cenit del conflicto, es decir, noviembre y diciembre de 2012.


Las historias sobre las muertes en Siria son terroríficas, y a Venezuela vienen llegando, salpicadas, relatos de las numerosas familias que huyeron de ese conflicto y están con sus seres queridos en Caracas o Maracay, hacinados, pero vivos, oyendo a diario los noticieros árabes mientras cotejan cada información con lo que les dicen sus amigos en la zona de guerra.

La gran pregunta que se hacían los sirios, dentro y fuera de su país, es por qué una revolución de corte popular terminó en una guerra dantesca, la respuesta ellos mismo la conocen. En Siria hay civiles dispuestos a dar su vida por la libertad mientras que por las porosas fronteras de esa nación entran mercenarios de cientos de país, aproximadamente más de 40 nacionalidades, que están financiados por gobiernos árabes y occidentales interesados en la caída del régimen. 

Lo más cierto hasta el momento, y que poco se habla o se cita, es que las fuerzas de Al Assad vienen retomando el control, poco a poco, de bastiones estratégicos antes controlados por las fuerzas rebeldes y yijadistas, gracias, en parte, a la colaboración de fuerzas de Irán y milicianos del Hezbolá. Esto no significa, sin embargo, que todo será como antes. 

Los distintos centros de análisis de la guerra y política exterior de Estados Unidos (Foreing Policy, el Instituto de Estudios de la Guerra, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, The Washington Institute) vienen reportando que el Ejército oficial retoma enclaves estratégicos que pueden dibujar una victoria de Al Assad de aquí a diciembre.

Un analista aventuraba, de la manera más negativa posible, que un triunfo del régimen significaría una victoria para Irán haciendo de Siria prácticamente una república única entre los dos países, cuestión sumamente peligrosa para la seguridad de la región, sobre las bases del proyecto geopolítico Occidental. 



La llegada de los rebeldes -o terroristas- a Damasco era estratégica para lograr despertar a quienes creen en esa ciudad y país que lo que ocurre en Siria es una pantomima y el Ejército es infalible. Llegar a la capital representa una verdadera amenaza para la estabilidad del clan Al Assad, por ello, el uso de armas químicas, por quien quiera que las haya aplicado, era vital para enviar un mensaje en ambos frentes.

A estas alturas, aún, un aislamiento diplomático y político de Siria pudiera dar resultado, pero todo dependerá ahora del papel que tome Rusia al respecto, ya que los chinos se han mantenido ecuánimes en los últimos días. Todo aquí pasa por la decisión que tome Moscú, aunque es bien sabido que los Al Assad están acostumbrados a la presión internacional y tarde o temprano hacen frente a las asfixias.

De no bombardearse, por ejemplo por la negativa del Congreso de EEUU a aceptarlo, los gobiernos contrarios al régimen terminarán por armar definitivamente a la insurgencia, controlando el tipo de armas que se envíen y elevando la participación de fuerzas extranjeras a la causa revolucionaria.


El secretario de Estado de EEUU junto a varios de sus homólogos de países árabes (Foto/D.E)

Esperar el lobby del presidente Barack Obama para lograr un respaldo a su intervención en Siria tardará un par de días, un margen que astutamente el mandatario le está dando a la ONU, Rusia y al propio régimen para cambiar el curso de los acontecimientos, lo que no aparte que una postura a favor de bombardear cambiará la historia del juego por completo. 

Sobre el terreno no hay una matriz de opinión definida sobre qué hacer ante el régimen de Siria. A quienes lo defienden les atormenta y trauma que definan al sistema político que allí gobierno como eso, “un régimen”, es lamentable recordarles que en definitiva lo es. 

Por ahora no hay un suceso que se asemeje del todo a lo que ocurre en la actualidad.

Por un lado surgen los recuerdos de Kosovo, pero en eso caso, las consecuencias no eran tan peligrosas. Luego fluye la guerra de Irak de 2003, en ese entonces, el argumento esgrimido para atacar era la supuesta posesión de armas químicas de la dictadura. Al final todo fue una conspiración sin base.

 En el caso de Siria sí hay armas químicas y sí se usaron contra civiles por segunda vez, la duda es realmente quién las utilizó esta vez y si “castigar” por eso es suficiente ahora cuando las balas ya han matado a centenares de miles de personas. ¿Hará falta, entonces,  otro ataque químico para que a la tercera vaya la vencida y los rusos, chinos o venezolanos se compadezcan o Estados Unidos ataque sin vacilar?


Algunas víctimas en Jawbar, Siria, aparentemente luchando con síntomas de ataque con agentes nervios (AP)

Antes de la guerra, recordaba el escritor Philip Gourevitch, Irak era una maraña de culturas, antiguas y modernas, sectarias y seculares, cada cual con sus clanes, tribus, regiones y clases sociales, con sus códigos y credos. Y al ser derrocado Sadam Hussein, todo lo que él había aplastado volvió a emerger: las pasiones, frustradas a base de violencia, de la humillación y la venganza, la exclusión y la ambición, la ideología y la avaricia, los feudos políticos y las venganzas privadas. Eso puede ocurrir en Siria a partir de este momento, aunque ya viene haciendo combustión desde marzo de 2011.

Estas horas ventilan los recuerdos de la época de la crisis de los misiles de octubre de 1962, cuando Estados Unidos dio un ultimátum a la Unión Soviética para que retirara sus misiles atómicos de Cuba. De no ser por esas 72 horas álgidas de negociaciones, presiones y amenazas, que al final resultaron, la historia del mundo hoy fuera rotundamente distinta. ¿Esto es un septiembre rojo?

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