Un Padre Nuestro para la cultura de la falsedad
Retrato de Hugo Chávez sobre una tarjeta teléfonica |
Los
venezolanos vivimos en la cultura de la falsedad y es muy probable que este
nuevo credo hacia Hugo Chávez sea la muestra más “digna” de que somos parte de una
sociedad profana, hipócrita hacia quien se dice es el máximo creador, Dios. El
expresidente no es santo y su invocación divina es una ofensa a cualquier
fe.
La
construcción de un imaginario sacramental sobre la figura de Chávez, orquestado,
dicen, por uno de sus más agradecidos y humildes “devotos”, es parte de la
hegemonía comunicacional que el Gobierno quiere construir para amparar sus
acciones y justificar todos los errores del pasado, presente y futuro. “Con
Dios todo, sin él nada”.
No
debe extrañarle a nadie que se llegara a una adaptación del “Padre Nuestro” o
un canto litúrgico de Chávez, si ya en el pasado el presidente Nicolás Maduro
invocó su misticismo al supuestamente recibir señales divinas de éste en forma
de pajarito. Que se diga que “el líder de revolución” entró por una ventana
bajo un manto blanco o verde oliva, es cuestión de tiempo.
Los
regímenes de corte autocrático como el que está en construcción en Venezuela
necesitan banalizar cualquier creencia en sus líderes para sustentar sus ideas
ante el inconmensurable volumen de fracasos. Endiosar al guía, entonces, es una
estrategia que apunta a la redención, pero, sobre todo, es una ofensa a la
cultura venezolana. Algo similar a lo impuesto en Corea del Norte por el régimen de los Kim.
“No
tomarás el nombre de Dios en vano”, dice la Biblia. ¿Qué implica entonces esto? El filósofo español
Fernando Savater, advierte en un magistral libro sobre los 10 mandamientos que “más allá de cuestiones religiosas este
mandamiento quiere decir que no se debe utilizar a Dios. Que no se deben utilizar
las grandes palabras para abusar de la confianza de tus semejantes. No debes
invocar en nombre de lo trascendente, de la divinidad, de los grandes valores,
de las libertades, de los objetivos públicos de la sociedad...”
Lo
valioso no debe ser utilizado para la mentira y el fraude, repite Savater,
porque produce un ambiente de banalidad que termina quitando el peso y valor a
lo que debería ser más estimable.
En
estos momentos la humanidad observa espantada el avance de yihadistas
ultraradicales por Medio Oriente quienes decapitando a sus contrarios creen que
hacen justicia universal. En varias naciones africanas ser cristiano es un
delito que se paga con la pena de muerte. Llevar un rosario o un crucifijo en
Arabia Saudí puede ser castigado con latigazos, porque la apostasía es un
delito.
Invocar
un Padre Nuestro durante el avance de los moros sobre España, en el año 800,
motivaba lapidación. Durante la
II Guerra Mundial, miles de judíos vieron sus sinagogas arder
porque la obstinación y sinrazón de los nazis se apoderó de miles de europeos. La fe era un
delito. Por estas razones y muchas otras más que otorga la historia, el “padre
nuestro de Hugo Chávez” es una ofensa a la divinidad de cualquier fe. Un oprobio que el más fanático de los chavistas debe rechazar.
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