El reflejo de Venezuela en la Constitución cubana
El espurio triunfo de una Asamblea Nacional Constituyente, promovido por
el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, se convierte desde ahora en una reedición
de lo que el chavismo impulsó en 2007: un fallido intento de reformar la Carta
Magna con el objetivo, nada menos, que de convertirla en la Biblia de un Estado
socialista con todas sus raíces explayadas.
A expensas de esto, Maduro y el chavismo ultraortodoxo defendieron lo
democrático del proceso, en virtud de que el modelo socialista o comunista que
impulsan es el “anhelo supremo del pueblo” y la Constitución debe formalizarlo.
Desde 1811 hasta 1999, Venezuela ha tenido 26 constituciones, una muestra de lo convulsa que ha sido la historia republicana del país. De erigirse una nueva Carta Magna bajo la funda del socialismo, la vigésima séptima ley fundamental amenaza con ser la más restrictiva y menos libertaria desde hace 200 años.
No existe nada más democrático y dictatorial al mismo tiempo que la propia
Constitución cubana, de 1976 que la convierte en un documento más de deberes
que de derechos para sus ciudadanos.
Ese es el texto por el que Fidel y Raúl Castro formalizaron el sistema
que hasta ahora rige la isla, y que es, sin ambages, la visión que Maduro busca
adaptar para Venezuela.
Cuba, reza su Carta Magna, es “un Estado socialista de trabajadores”
como también una “república unitaria y democrática, para el disfrute de la
libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo”.
El texto consagra, incluso, la libertad de expresión como principio
elemental de cualquier sociedad, pero si este es contrario al sistema, por
ende, no existe.
De esta manera, la llamada prensa independiente en Cuba, que dista de
copiar la propaganda oficial y es promovida por la sociedad civil opuesta al
régimen, es considerada ilegal y en contra del Estado, quedando pisoteado aquel
principio de “libertad de expresión” que estipula el texto fundamental.
La amenaza
El mayor peligro para la estabilidad de la “República Bolivariana de
Venezuela”, nacida como tal en 1999, era que Chávez en su proyecto de reforma
constitucional, quería conferir a la nación el calificativo “socialista” y de
allí partiría todo el engranaje jurídico que daría sustento a sus objetivos de
edificar una nueva sociedad bajo estos principios.
Si bien la libertad política se consagra en Cuba, según su Carta
Fundamental, es el Partido Comunista cubano el encargado de impulsar la
construcción del modelo y Estado socialista, y el único autorizado a existir
como agrupación política, quedando execrada cualquier forma de oposición
partidista.
El proyecto de reforma constitución de Chávez, buscó modificar medio
centenar de artículos que iban desde la forma de organización geográfica del
Estado a las atribuciones del Presidente, por lo que este nuevo intento de
Maduro no sería más que la adaptación de aquel documento.
Así, ilustrado el concepto de una Fuerza Armada “antiimperialista”, como
anheló Chávez, la Constitución cubana, en su artículo XII, “hace suyo los
principios antiimperialista e internacionalista” consagrando el apoyo
“fraternal” a cualquier nación que edifique el socialismo como modelo, por lo
que es para Cuba en estos momentos una obligación respaldar, más que nunca, a
Maduro en su meta.
El asco a la
propiedad
Chávez propuso en 2007 ocho formas de propiedad para Venezuela,
agregando los conceptos de una “propiedad social directa, indirecta, mixta,
colectiva”, en detrimento de la propiedad privada, como se estableció desde
1961, con la primera Carta Magna democrática que tuvo el país, y que se
reafirmó también en 1999, con la última constituyente.
Para los cubanos en su Constitución (artículos 14 y 15) “rige el sistema de economía basado en la propiedad
socialista” con el Estado como mayor
interventor y poseedor de los bienes, a medida que también está reconocido “el
principio de distribución socialista de cada cual según su capacidad, a cada
cual según su trabajo".
Inspirado en lo que Fidel Castro definió como
“el poder popular” para el fundamento de
una sociedad participativa descrito en el capítulo XII de la Carta Magna
cubana, Chávez también buscó en 2007 dar rango constitucional a unos nuevos
“medios de participación y protagonismo del pueblo” en su proyecto.
Esto se traducía en los “Consejos del Poder
Popular (consejos comunales, consejos obreros, consejos estudiantiles, consejos
campesinos, entre otros), en detrimento de cualquier otra forma de
participación y protagonismo del pueblo, sin dejar de lado que el Estado, como
Cuba, otorgaba todos los medios y herramientas para que los Consejos contaran
con el mayor poder posible en la toma de decisiones y manejo de presupuestos.
En la reforma del artículo 136 del máximo
texto, referido a los poderes públicos venezolanos, el chavismo pedía que el
“Poder Popular se exprese constituyendo las comunidades, las comunas y el
autogobierno de las ciudades, a través de los consejos comunales, los consejos
obreros, los consejos campesinos”, revistiéndolo de la mayor cantidad de
facultades que hasta entonces corresponden a alcaldías y gobernaciones.
El objetivo original era, nada menos, que
sepultar las formas de gobierno local, estadal, y cualquier forma de organización
independiente, a medida que el Poder Popular quedaba supeditado a las
directrices del Gobierno-Estado por su dependencia ideológica, económica y
política.
Es decir, que más allá de que la libertad de
expresión, religión o política se mencionen en una hipotética “Constitución
Bolivariana Socialista” la antítesis a este último principio es punible y él,
dígase Maduro en estos momentos, tendrá toda facultad para aplastar las formas
de disidencia existentes.
“El totalitarismo, explicaba el escritor George
Orwell, en un ensayo, ha abolido la libertad de pensamiento hasta unos límites
inauditos en cualquier época anterior… y en la medida de lo posible nos aísla
del mundo exterior, nos encierra en un universo artificial en el que carecemos
de criterios con los que comparar”.
La constituyente es el entierro de Venezuela
como nación libre, definitivamente.
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