No es una crisis, es una dictadura
Buscar la palabra adecuada para definir lo que ocurre en
Venezuela puede llevar a la ligereza, mientras trata de definirse la mejor
manera para salir de “eso” que atraviesa el país, y que es muy distinto a otras
crisis regionales de los últimos 30 años.
Es una dictadura, ni más. Sin titubeos ni adornos simples.
Lo que Venezuela atraviesa es la ruptura, a diario, constante, del orden
constitucional establecido y por el que debe regirse el Estado para su
funcionamiento.
Los venezolanos deben comenzar a hablar, como lo hicieron
los chilenos con la llegada de Augusto Pinochet, o en Argentina con la
instauración en el poder del general Jorge Rafael Videla, “de antes y después
de la dictadura” para poder explicar lo que sucedió y sucede en Venezuela.
Las dictaduras tienen un apego extraño a los formalismos
democráticos, esto quiere decir, a los procesos como elecciones, referendos,
consultas, siempre y cuando permitan “legitimar” su modelo y no se haga en
contra del establishment.
En la última década del siglo XX y los albores del siglo
XXI, América Latina, y en especial el Sur, fue testigo del impacto de la crisis
de la deuda de varios países, entre ellos México, Argentina y Brasil, conforme
Colombia estaba a punto de convertirse en un “Estado fallido” por la
penetración del narcotráfico.
Arriba, impávida, viendo al Sur, estaba Venezuela. Mal que
bien, con una economía rentista, con una devaluación del Bolívar lenta, pero
segura, era la democracia más estable de América Latina, y sino, una de ellas,
hasta que en 1992 irrumpió el golpe de estado que condujo, seis años después, a
la llegada de Hugo Chávez al poder.
Hablar de dictadura en Venezuela en este momento es esencial
para aclarar cada circunstancia, cada fenómeno en construcción. El dictador
terminó siendo el menos esperado, Nicolás Maduro, pero de haber estado Chávez
con vida, sería él sin duda alguna la figura mesiánica ungida esbirro.
La de Venezuela no es una crisis económica cualquiera como
la de Argentina en 2002, cuando la deuda le estalló en la cara al país; como en
España con el estallido de la burbuja inmobiliaria, o Grecia con su
endeudamiento. No.
La de Venezuela es mucho peor porque la crisis se genera por
la ambición del chavismo por cambiar el sistema político, por imponer el Estado
comunista sobre la democracia liberal. Por las artimañas de un grupo, bajo fórmulas
corruptas e ilegales, para no dejar el poder.
Es una dictadura porque el Estado (aquí este es el gobierno)
quiere el control de todos los medios de producción, y los tiene ya en su
mayoría por la fuerza. La libertad de expresión está restringida porque todo
aquello que atente contra la cosa pública puede ser visto como delito. Ni
hablar de la protesta y la crítica.
Un coctel de presos políticos de todos los espectros
sociales, el cierre técnico del Parlamento, el control total del Poder
Electoral, al grado de falsear las elecciones, son la guinda de la copa.
Si los argentinos, griegos, peruanos, huyeron por el mundo para
buscar trabajo por sus crisis, los venezolanos lo están haciendo porque el
sistema (Estado) los persigue y acosa, es retaliativo, y utiliza la violencia,
encapsulada en inseguridad, como arma de control social. Por eso la de
Venezuela es una situación mucho peor.
Antes y después de la dictadura es la palabra adecuada desde
este momento en Venezuela, como en el pasado fue “antes de la guerra” o “tras
la guerra”. Es un ejercicio extraño, pero las palabras vinieron a cumplir un
significado.
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