Los cohetes le ganaron al hambre en Corea del Norte





Kim Jong Un inspecciona una fábrica Corea del Norte (Foto Yonhap)

Cuando la hambruna ya estaba explayada por toda Corea del Norte, la propaganda del régimen animó a sus pobladores a comer menos raciones de alimentos para ahorrar, mientras que las pocas provisiones existentes eran distribuidas hacia la capital para beneficiar a la dirigencia política y los militares. Se buscaba dar una imagen de solides y “normalidad” frente a los pocos extranjeros que visitaban Pyongyang.

La hambruna que comenzó en 1995 fue tan profunda, que sin cálculos oficiales precisos, las estimaciones más dramáticas de agencias de Naciones Unidas rondan los 2 millones de muertos, con lo que el país, de unos 24 millones de habitantes, pudo haber perdido hasta el 2% de su población, sin calcular más adelante los problemas y fallecimientos por secuelas de la inanición.

Cuando la crisis alimentaria era clara en la nación asiática, el acceso a la comida recibida por asistencia externa, o la poca producida a escala nacional, se repartió a través de un Sistema de Distribución Público (PDS) creado y controlado por el régimen, que terminó favoreciendo a los pobladores, más por sus vínculos políticos y compadrazgo, que por grados de necesidad. El resultado fue un fracaso rotundo. 

Los reportajes de periódicos internacionales de la época describían a personas escuálidas caminando indiferentes por las calles de Pyongyang, bajo una falsa normalidad, pero sus rostros famélicos hablaban por sí solos y dejaban ver un país que violentamente moría de hambre. 

Por una parte, debido a inundaciones y sequías, pero otra, mucho mayor, debido al régimen que reaccionó tardíamente y con otros fines a la falta de alimentos.

Entre 1995 y 1996, el cálido patrón climático del fenómeno El Niño trajo inundaciones generalizadas a Corea del Norte. Esto fue catastrófico para los agricultores supuestamente “autosuficientes”. El resultado fue hasta 15% de la ya escasa tierra cultivable inservible por completo, como relataba la historiadora y periodista estadounidense Erin Blackmore. 

Además, la dictadura redujo la cantidad de grano que los granjeros podían conservar para sí mismos en un intento por ahorrar alimentos. En lugar de comer menos, los agricultores escondieron el grano, lo que condujo a casi nada de alimentos disponibles, dice Blackmore.

Pero si algo mató a los norcoreanos de hambre, más allá de los desastres naturales y los choques externos con la caída de la Unión Soviética en los 90, como argumentó el régimen, fue la merma en la producción de alimentos y el poco interés en importarlo, el gran responsable de fondo.

Los informes del tema muestran que la disminución en la producción de alimentos fue visible mucho antes de las inundaciones de 1995, pero el gobierno tardó en tomar las medidas necesarias para garantizar suministros de comida adecuado.

Ayuda alimentaria total estimada para Corea del Norte, 1995-2012

Con ajustes en sus políticas internas, como mantener las importaciones de trigo, carne o cereales en términos comerciales, o buscando agresivamente asistencia multilateral, el régimen de los Kim, tanto padre como hijo, podría haber evitado la hambruna, y hasta hoy en día, la escasez que continúa existiendo.

Kim Jong Il, como máximo líder del país a partir de 1994, bloqueó la ayuda humanitaria a las partes más difíciles del país durante el pico de la hambruna y redujo las importaciones comerciales de alimentos cuando la asistencia internacional que solicitó el régimen comenzó a llegar.

Un informe internacional denunció que el gobierno en vez de complementar la oferta de bienes, utilizó la ayuda foránea para equilibrar la balanza de pagos, al reducir las importaciones comerciales de alimentos y reasignar los gastos a otras prioridades, como el presupuesto militar, bajo la ambición de poseer una bomba atómica.

Entre 1992 y 1993 Pyongyang hizo cinco lanzamientos de misiles, exitosos o fallidos, según la Agencia Internacional de Energía Atómica, lo que era incongruente con la realidad del país, conforme la falta de alimentos ya comenzaba a sentirse. Solo en 2017 el país realizó 23 lanzamientos de misiles, como nunca antes en su historia, señal de las prioridades de la dictadura.

Fuente CNN
La comunidad internacional ha respondido a la tragedia de ayuda a saciar el hambre con considerable generosidad, comprometiéndose más de 2 mil millones de dólares en ayuda alimentaria al país en la última década, según una investigación del Congreso de Estados Unidos. Incluso esa nación, con la que Norcorea está en guerra técnicamente, ha contribuido con más de $600 millones, equivalentes a dos millones de toneladas métricas de grano.

La hambruna desencadenó cambios profundos en la economía y la sociedad de Corea del Norte, que los propios habitantes asumieron en su búsqueda desesperada por sobrevivir.


 Con una filosofía política de “autosuficiencia” o “juche” –como se conoce al modelo de gobierno del país—Kim insistió en criminalizar los viajes de personas al interior del país en busca de alimentos y diversas formas de comercio, lo que terminó por agravar la crisis.

La producción agrícola del país para 2017 -incluyendo arroz, maíz, papas y soya, los principales alimentos básicos- ha resultado gravemente dañada por las prolongadas condiciones de sequía, que han puesto en peligro la seguridad alimentaria de gran parte de su población, según una evaluación hecha en julio de ese año por la agencia de la ONU para la alimentación y agricultura (FAO), demostrando que la crisis de comida aún es latente. 

Las escasas imágenes de la realidad norcoreana impiden que el mundo palpe la crisis que padece esa hermética nación. Conforme la tensión internacional aumenta y el régimen destina el poco dinero que recibe a construir armamento atómico, más vulnerable queda la población al hambre y las enfermedades.

Si algo demuestra a diario Kim Jong Un y la dirigencia gubernamental, es que poco importa el hambre si el fin último es mantener la supremacía militar, y en sí, la permanencia de la dictadura dinástica en el poder.

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