Díaz Canel sin los petrodolares venezolanos
La transición en Cuba acaba
de comenzar con el ascenso al poder de Miguel Díaz Canel. Por primera vez en 69
años, un Castro no ostentará el mando en el último reducto dictatorial de
América.
La llegada coincide con dos
realidades tangibles: no habrá un poderoso mecenas que oxigene al régimen como
en el siglo pasado con la Unión Soviética, y, desde 2003, la Venezuela de Hugo
Chávez. Y el declive irreversible de la era bolivariana en América Latina ha
cerrado puertas, a diferencia de hace una década.
Con estos hechos el
designado mandatario está obligado a forjar nuevas alianzas externas a medida
que debe aplicar verdaderos ajustes para no verse succionado por el colapso de
Caracas. O en el peor de los casos, por el propio sistema cubano.
Atrás quedó el eje
bolivariano con Brasil, Argentina, Ecuador o Uruguay a la diestra de los Castro
durante casi una década, y Bolivia hoy en solitario apenas se escucha. Ahora la
mayoría de los gobiernos de Suramérica giran a la derecha o centro, y Cuba es
vista con apatía por lo represivo del modelo.
Sin una personalidad e
historial de lucha avasallante, el nuevo mandatario puede verse sacudido por
una mayor demanda de libertades de parte de la región, o por lo contrario,
aislado en detrimento de los cubanos para así afianzar su imagen y no ser
interpretado como dócil.
Mientras China y Estados
Unidos mantienen su pulso comercial, el país asiático está aprovechando de
expandir sus tentáculos e influencia en la región, y tanto Cuba como Venezuela
son epicentros de Pekín para incomodar a Washington a medida que sigue
inyectando dinero. Allí hay un vacío que Díaz Canel, como astuto ingeniero, sin
duda sabrá sacar rédito.
Es un momento delicado para
Cuba porque la exportación de su modelo demostró ser un fracaso absoluto con
Venezuela como muestra indiscutible. Posicionar su economía de servicios médicos,
o recursos minerales, por ejemplo, será complejo conforme América Latina da un
giro rotundo a la centro derecha y Estados Unidos retoma su influencia
diplomática.
Sin un rico aliado en la
región, Díaz Canel llega al Palacio de la Revolución con ecos solitarios de un
antiimperialismo que apenas Caracas puede corear, por lo que una política más
pragmática le resultará positiva si quiere, al menos, mantener relaciones
“respetuosas” con la vecindad.
Venezuela sigue siendo clave
para la economía cubana por la dependencia energética, pero China está llamada
a ocupar ese lugar en los próximos meses a medida que el gobierno del
presidente venezolano, Nicolás Maduro, no puede contra la hiperinflación, la
caída de la producción petrolera, y los pronósticos de una contracción
económica de 15% para final de año, según los datos del Fondo Monetario
Internacional (FMI).
Lo evidente será mantener el
discurso de unidad entre La Habana y Caracas mientras Cuba gana tiempo,
esclarece el panorama y cobra deudas a su mayor aliado.
La asistencia de Venezuela a Cuba, entre 2008
y 2011, supuso 18 mil millones de dólares entre donaciones, inversiones y
préstamos, reveló una investigación de la Asociación para el Estudio de la
Economía Cubana, un bálsamo que permitió al presidente Raúl Castro acentuar sus
tímidas reformas económicas luego de relevar a su hermano Fidel en 2008.
Mientras Caracas paga con
petróleo y algunos dólares que le quedan, La Habana mantiene su respaldo con
servicios de inteligencia y asesoría política. Díaz Canel no puede dar señales
contrarias de esta alianza porque se juega aún la estabilidad de la isla si el
régimen chavista colapsa.
El último informe oficial sobre la economía cubana mostró que China sobrepasó a Venezuela como el primer
socio comercial de la isla en 2016, con una caída del 70% del intercambio de
bienes y servicios en dos años, un reflejo de la fuerte crisis que atraviesa el
país suramericano.
Mientras que China y Cuba en
2016 tuvieron un intercambio comercial de 2.585 millones de dólares, con
Venezuela fueron 2.224 millones de dólares. Pero lo significativo no es el
margen de ese año, sino en comparación con 2015, cuando el comercio bilateral
sumó 4.230 millones, (un bajón de 47%) o los 7.250 millones de dólares de 2014,
visto así como una estrepitosa caída en los últimos dos años del 70%, dice el
informe de la Oficina Nacional de Estadística cubana.
El nuevo liderazgo de la
isla está en una encrucijada con respecto a Venezuela. La inestabilidad
política de Maduro no les permite asegurar el mecenazgo con el que Chávez como
presidente edificó las relaciones bilaterales estando Fidel y Raúl Castro en el
poder. Sin duda, la popularidad de estos líderes históricos no se endosan y
debe forjar su biografía.
Sin embargo, más que nunca,
es evidente que el respaldo de la isla le urge al presidente venezolano, al
menos, para mantener los servicios de inteligencia y contrainteligencia dentro
del estamento militar y sobre políticos opositores.
La economía cubana sin
Venezuela y con Donald Trump en la Casa Blanca no luce como un buen escenario
para el nuevo el presidente, toda vez que el ala más radical y conservadora del
Partido Republicano se asienta en el poder, y mantiene su exigencia de que Cuba
se abra a la transición.
En este sentido, si la distensión se dio gracias al presidente Barack Obama, por un lado, y la receta de un
“socialismo sostenible” de Raúl Castro facilitando los viajes de los cubanos,
negocios propios, uso de celulares e Internet, Díaz Canel podría abrazar una mayor apertura sin que
esto signifique enterrar el modelo, al menos, mientras el líder cubano esté con
vida, y puede manejar a su sustituto.
En Colombia Juan Manuel
Santos no resultó ser el delfín obediente que tanto esperaba su mentor, el
presidente Álvaro Uribe. Lo mismo acaba de pasar en Ecuador en Rafael Correa y Lenin
Moreno, por lo que habrá que esperar un corto tiempo para saber qué ocurrió
realmente en Cuba.
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