El miedo de Osama bin Laden


Esta es la portada especial del 2 de mayo de 2011 dedicada a la muerte de Osama Bin Laden por la revista Times
Un detalle tan simple como que una casa de enormes dimensiones, una mansión en un barrio de clase medio en Pakistán, no tuviera una línea telefónica, una cuenta de Internet, o un número de celular registrado a domicilio, era una sospecha de mucho valor.

Osama bin Laden, erudito del terrorismo internacional, y autor intelectual de los atentados del 11 de septiembre de 2001, sabía que el espionaje electrónico podía ser una vía idónea para que los servicios de inteligencia de Estados Unidos –y del mundo-- pudieran rastrearlo con facilidad. Ese “miedo" y "cuidado” a las tecnologías, al invento de Antonio Meucci, sin duda fue la carnada para que su muerte se concibiera luego de que un equipo de élite de las fuerzas estadounidenses le disparara durante una redada en su morada en Pakistán; no en una montaña o estrechos senderos. En una lujosa casa.

Desde agosto de 2010, las fuerzas de Estados Unidos sospechaban que el líder de Al Qaida se ocultaba en ese complejo fortificado de la ciudad de Abbottabad, en las cercanías de Islamabad. Sin un teléfono, un celular, o un computador con una cuenta de mail, Bin Laden tuvo que recurrir durante mucho tiempo al rudimentario mensajero humano que llevaba sus palabras amenazantes al mundo. Quizá desde ese lugar se planearon los peores atentados de los últimos meses o años. Ni en las palomas mensajeras confiaba el líder terrorista.

Estados Unidos quería precisión, pero también prudencia frente a lo que estaba haciendo en Pakistán. No usó bombas teledirigidas ni cañones de tanques para destruir el lugar. Como en las películas de guerra, las fuerzas especiales llegaron en un helicóptero Chinook como los usados en Vietnam en los años 70. En 40 minutos, luego de un enfrentamiento, Osama bin Laden estaba muerto, particularmente se hacía inmortal según los preceptos del Islam.

Casi una década le costó a las fuerzas de Estados Unidos cazar a su principal amenaza, su mayor miedo; no era un país, no era un continente, Osama bin Laden simplemente fue un hombre de convicciones oscuras, enemigo de todo lo que representa la civilización occidental, que aglutinó masas y convenció de que era capaz de vengar un supuesto paganismo orquestado desde América. Con el dolor de miles de inocentes –en ambos lados de esta realidad--, el terrorismo se satisfacía reivindicando sus acciones en nombre de Dios.

Occidente, y en especial Estados Unidos, está consciente que lo ocurrido el 2 de mayo en Pakistán no significa la capitulación del terrorismo. Desde el mismo momento en que cayeron las Torres Gemelas en Nueva York el fanatismo tomó fuerzas, se ha expandido, y como consecuencia corre en las venas de muchas personas en el mundo musulmán. La lucha contra este mal global está en su cenit, el tiempo y las circunstancias dirán sin Bin Laden era mejor vivo que muerto.

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