Lo que queda por ver de Irak


Foto (AFP)
Dos mil once cerró con muchos sucesos, -estremecedores, satisfactorios y decadentes--, pero con él se va una parte del curso de una guerra que una generación entera en todo el mundo pudo ver su detonante una mañana del once de septiembre de 2001, cuando los atentados terroristas contra Estados Unidos marcaron la reconfiguración de la geopolítica mundial. Un cambio que impactó con creces en Venezuela.

Hasta finales de diciembre de 2011, Estados Unidos se habrá retirado casi por completo de Irak con una victoria a medias, si es que a estas alturas puede utilizarse el término “victoria” en un conflicto que cobró la vida de cerca de 4.800 militares estadounidense en ocho años de guerra. En esto no se incluye el número de bajas de las fuerzas armadas de otras naciones que se adentraron a ese oscuro conflicto que se generó por mentiras, argumentos fútiles, exageraciones, y, sin duda, por una opinión pública sedienta de venganza que creyó en todo y que sirvió como catalizador para fraguar todo lo visto.

La idea de rediseñar el mapa sociopolítico del mundo luego del 11 de septiembre comenzó con la guerra a Afganistán en 2001 y terminó con Irak y la invasión contra el régimen de Sadam Husein en 2003. Lo que no se tomó en cuenta, parece, fueron las profundas divisiones sectarias que la tiranía de Husein, más allá de todo, lograba doblegar y mantener en orden. Esto, sin embargo, no impedía que grupos terroristas ocultos en países vecinos a Irak, utilizaran esa nación como centro de operaciones.

¿Hoy cuál es la radiografía más clara y exacta del Irak postSadam? Lo primero es que la guerra de Irak, a mi juicio, en el segundo conflicto bélico que pierde Estados Unidos en su historia militar luego de la Guerra de Vietnam, por ende, la mayor “victoria” se simplifica en haber terminado de sacar a sus fuerzas de esa carnicería. Por otro lado, con todo lo que “Irak” significó, hoy los kurdos, suníes y shiíes tratan de dialogar entre sí para evitar más derramamientos de sangre, lo que no ha impedido que tras la salida ahora en diciembre del último batallón del Pentágono, un atentado sectario en Bagdad, despertara las alarmas ante la superflua estabilidad en la que quieren decir que vive esta nación árabe.


Venezuela, como una nación petrolera, fue una de las grandes benefactoras de ese conflicto. La escala de los precios del petróleo que desde 2003 y hasta hoy aumentó 400% ayudó al gobierno del presidente Hugo Chávez a llenar sus arcas de grandes cantidades de petrodólares que le sirvieron para consolidar y exportar la revolución bolivariana. El petróleo venezolano al comienzo de la invasión se ubicaba en 24 dólares el barril. Al cierre del 30 de diciembre de 2011 se cotizaba en 106,7 dólares.

Irak terminó por cerrar el ciclo del petróleo barato: rondaba los 25 dólares en septiembre de 2003. A mediados de agosto de 2009, el precio subió por encima de los 60 dólares por barril, estableciendo el récord absoluto el 29 de agosto de 2005, con una cotización de $70,85, como reflejan datos de la Agencia Internacional del Energía, por lo que si hay quienes ganaron con la guerra fuera las petroestados.
Hugo Chávez (Palacio de Miraflores)
Por otro lado, el costo total de la guerra en Irak suma hasta ahora 250.000 millones de dólares, estimaba una investigación del Instituto de Estudios Políticos de EEUU y Foreign Policy in Focus, con lo que este extenuado conflicto ha sido uno de los más costosos de la historia militar de la Casa Blanca. El Pentágono, según ese informe de enero de 2011, gasta al mes 5.600 millones de dólares en las operaciones en Irak, suma que excede el promedio de 5.100 millones (ajustados a términos reales) de las operaciones estadounidenses en Vietnam entre 1964 y 1972, como relataba IPS.

Asimismo, la tasa de suicidios de militares veteranos de esta guerra se disparó (en 2009, hubo 309 suicidios entre tropas en activo o en reserva; en 2001 se registraron 160, según el informe del Centro para una Nueva Seguridad Americana) al grado de que el Ejército registró un récord de suicidios en julio de 2011, con la muerte de 33 soldados.

La mejor herramienta para medir hasta dónde Irak afectó la moral de Estados Unidos son las más de veinte películas que Hollywood llevó a sus cines relatando los errores, mentiras y perjuicios de este conflicto. Desde la “Zona Verde” en la que Matt Damon encarna la vida de un soldado enfrentado al miedo en busca de unas armas de destrucción masiva que no halla, pasando por “Expediente Anwar” que desnuda el mundo oculto de las torturas y el espionaje hasta la más reciente “Fair Game”, drama en el que se cuenta cómo la ex agente de la CIA Valerine Plane es descubierta luego de que su esposa escribiera que el programa nuclear de Sadam Husein no existía como tal.

Thomas Friedman, un reconocido periodista y escritor estadounidense relataba en su columna de opinión de The New York Times, su profundo pesar por la guerra que para muchos estadounidenses termina este 31 de diciembre con la retirada de sus últimos soldados del terreno. Friedman es sincero: “¿fue una decisión sensata la guerra en Irak?” “Mi respuesta se bifurca: “no” y “quizá”, más o menos, ya veremos”. Se arrepiente de las pérdidas humanas, de las mentiras, del dinero gastado, pero deja una reflexión al final que me atrevo a citar.
El presidente Barack Obama con las tropas de EEUU en Iraq en 2008 (TWH)
“Irak solamente será transformador si se convierte verdaderamente en un modelo donde shiíes, suníes y kurdos, lo secular y lo religioso, musulmanes y no musulmanes, puedan vivir juntos y compartir el poder”. Si esto no ocurre, a partir de ahora veremos cómo se cimienta una verdadera guerra entre religiones y sectas que puede desencadenar una cruzada sangrienta. De no ser así, mediremos hasta dónde fue favorable una invasión a ese país… y si no era necesario esperar hasta hoy para que las revueltas árabes al estilo de las de Egipto, Túnez o Libia, se desencadenaran en la Irak de Sadam. No lo sabremos jamás.

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