Por el amor al líder


Un grupo de mujeres llora por Kim Jong-Il (Foto/Kyodo)
Por estos días no me he despegado de cualquier lectura que hallo sobre la vida y mundo que es Corea del Norte. Atónito por las imágenes de cientos de personas llorando arrastradas por la muerte de Kim Jong-Il, las explicaciones sobre tal fenómeno no han dejado de colarse para dar escalofríos.

Un fenómeno psicológico, como el de las risas contagiosas o la ira exacerbada; un teatro propagandístico en una sociedad militarizada. Miedo, o simple amor y dolor, lo que está sucediendo en Pyongyang tras conocerse la muerte del “amado líder”, como definían a Kim, debe inquietar a muchos, sobre todo, porque ante su figura se construyó a un mítico hombre casi sobrenatural capaz de todo, menos de evitar su muerte. Entonces, ¿qué tan poderoso era?

Todo es tan mítico, hermético, imaginativo o sobrenatural en Corea del Norte que antes de anunciarse el deceso del líder norcoreano, la televisión oficial aseveró que el volcán Paektu, con su impenetrable capa de hielo se resquebrajó, generando un gruñido atronador como una premonición ante lo que se avecinaba.

“¡Nuestros líderes nunca se equivocan!”, fue lo le espetó un alto funcionario del Gobierno de Corea del Norte al periodista español Jon Sistiaga cuando éste le preguntó en 2007 qué pasaría el día que se equivoquen, si esas personas podrían ser sustituidos, etc. El mismo funcionario, atónito ante la interrogante respondió luego tajante: “No sé, eso nunca ha pasado”.

De esa manera, el excepcional reportaje-documental: “Amarás al líder sobre todas las cosas”, presentaba un viaje por el último bastión comunista de la Tierra y la Guerra Fría, al que muchos están viajando hoy entre fotos, crónicas y relatos para saber qué pasa allí, y más allá de esto, para explicarse por qué eso ocurre allí. Y las razones son variadas.

“En la pobreza y en gran medida aislados de la información extranjera, los norcoreanos viven su pena en un ambiente que es en parte un duelo familiar y en parte coerción… Las presiones para formar parte de un grupo, que existen en todas las sociedades, resultan especialmente intensas cuando los costos por resistirse a ellas son duros. Sus rígidos controles sobre la vida diaria hacen que el duelo en Corea del Norte sea distinto en intensidad, pero difícilmente una excepción”, contaba Charles Hutzler, un veterano corresponsal de la AP destacado en Pekín, para explicar el fenómeno de lo que está ocurriendo en esa nación.

El fundador de la dinastía Norcorea, tras el fin de la guerra entre las dos coreas, fue Kim Il Sung, quien a pesar de estar muerto es llamado el “presidente eterno”. Su hijo Kim Jong Il lo reemplazó en 1994 en la que fue la primera sucesión hereditaria en un régimen comunista de la historia, y ahora el turno será para Kim Jong Un, que a partir de ahora deberá mandar señales de cuáles son sus objetivos y modos de gobernar. Por el momento los constructores de mitos se encargan de edificar un alo de misticismos y gracia alrededor de su figura. Dentro de poco se sabrá más de él.


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