¿Me puden decir cuándo moriré?



Japón tiene una de las sociedades más conservadoras del mundo en lo que se refiere a su proceder. La honorabilidad frente a todo acto civil debe ser un principio inquebrantable para cualquier nipón. Las faltas absolutas son motivo de desprecio social; por eso la pena de muerte, como castigo, es un escarmiento bien ponderado en esa nación.

Sin embargo, ahora los 133 condenados a la pena capital quieren conocer, al menos, la fecha en la que van a morir. Como el samurái que corta de una tajaza a su víctima, los culpables de crímenes como asesinatos, violaciones, necrofilia y ya condenados, quieren su pena más directa, que no sea por ahorcamiento sino inyección letal. Una muerte un tanto digna.
Una encuesta revelada esta última semana de diciembre informó que la mayoría de sentenciados a muerte que esperan su ejecución en el corredor quieren estar informados con antelación de la fecha y no conocerla el mismo día, como hasta ahora dicta la "tradición".

El estudio publicado por la agencia de prensa Kyodo recordaba que Japón es el único país industrializado y democrático junto con Estados Unidos que mantiene la pena de muerte. Ejecutó a dos reos en agosto, tres en marzo y dos en septiembre de 2012 (siete en total), mientras que en 2011 no se sentenció a ningún preso y en 2010 se ajustició a dos condenados.

El hecho de conocer la fecha de ejecución resulta justo y es lo que suelen hacer otros sistemas de justicia donde este castigo aún se aplica, entre ellos Irán, Cuba, China, India, Corea del Norte o Siria.

Las ejecuciones en Japón se llevan a cabo en la horca en una cámara de la muerte en el Centro de Detención seleccionado para el preso, relataba el Capital punishment in Japan de la Wikipedia en inglés. Cuando una orden de muerte se ha emitido, el condenado es informado en la mañana de su ejecución. A los condenados se les da a elegir la última comida. La familia del preso y los representantes legales no son informados hasta después. Desde el 7 de diciembre de 2007, las autoridades han publicado los nombres, naturaleza de la delincuencia y las edades de los presos ejecutados.

En la última década se ha logrado un progreso valioso para frenar la pena de muerte. La tendencia general sugiere que la pena capital a nivel mundial está en declive, pero queda mucho trabajo por hacer para poner fin a la pena de muerte. Según Amnistía Internacional, 21 países registraron ejecuciones en 2011, en comparación con 31 países hace 10 años. Incluso los EEUU, uno de los peores ofensores en el uso de la pena de muerte, ha mostrado progreso en este asunto, al observarse que varios estados han abolido este tipo de condena, como recordaba la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte.

Hay un dato clave frente a esto: 141 países son abolicionistas en la ley o en la práctica a la pena capital; 97  la suprimieron para todos los delitos; 36 en la práctica y 8 para los delitos comunes.

Frente a una simpatía nacional por este tipo de castigos en Japón y con una clase política que se muestra reacia a tomar la iniciativa por el costo que esto puede implicar, el nuevo Gobierno conservador que acaba de tomar el poder debe proponerse mejorar el funcionamiento del sistema judicial para agilizar los procesos de ejecución, que suelen ser extensos. En 2009 Sadamichi Hirasawa murió de causas naturales a la edad de 95 años, después de esperar su ejecución durante 32 años.

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