La Caja de Pandora entre EEUU y Venezuela

El presidente Barack Obama en la Casa Blanca
Estados Unidos ha sido históricamente, desde los albores del chavismo, la excusa inexorable para justificar los fracasos del modelo socialista. El finado presidente Hugo Chávez bien supo explotar su casi patológica animadversión hacia ese país del modo que su heredero político, Nicolás Maduro, hoy Presidente de Venezuela, blinda cada uno de sus fracasos en la fachada de la “injerencia norteamericana”.


No hay que pecar de inocente. Estados Unidos orquestó en el siglo veinte 19  invasiones militares y golpes de estado en América Latina que condujeron al establecimiento de regímenes militares.  Ahora en pleno siglo 21 el orden internacional no está dispuesto a aceptar eso, primero, por el juego de intereses económicos que están en el terreno, y, segundo, porque las alianzas tejidas en América Latina cerrarían filas para defender, así sea con retórica, el hecho de que en suelo regional una potencia militar extranjera se atreva a violar la soberanía.

Fuera de esto, el presidente Barack Obama ha caído en la trampa del chavismo. El juego de medidas con las que Maduro trata de “contener” las amenazas del “imperialismo” fueron delicadas sin duda, y para un país como Estados Unidos, donde el respeto por la institucionalidad es vital para el equilibrio de poderes, las últimas decisiones que afectan el funcionamiento de la embajada estadounidense era el paroxismo.
Clasificar a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional de EEUU” es una expresión muy contundente y hasta comprometedora, más allá de que forme parte del lenguaje burocrático estadounidense. La semántica tiene un peso muy importante en este debate entre los dos gobiernos. Por la historia que gira en torno a ese país, cuando una nación es vista como “amenaza” hay un preludio de invasión, de amenaza, de terror, y es lo que explotará a partir de ahora el chavismo para cerrar filas y unir a quienes incluso en su propio círculo expresaban desánimo. Es la prueba de que el monstruo viene.
El presidente Maduro ha tomado la decisión de solicitar leyes habilitantes
En un país como Venezuela donde la institucionalidad están harto corrompida; los poderes públicos se encuentran bajo el dominio de la élite gobernante, y la oposición es agredida en todas sus formas, que Estados Unidos tomara la decisión de sancionar a funcionarios que muchos sospechan que son corruptos o están implicados en delitos, no deja de alegrar a unos cuantos que ven esto como un escarmiento. En una nación polarizada es ilógico pedir unidad a favor de una camarilla que dice representar a un solo ideal. No se repite la experiencia rusa, ucraniana o siria. Venezuela es distinta.
Lo que está abierto es la Caja de Pandora. El Gobierno de Venezuela sabe a la perfección que Estados Unidos guarda secretos que comprometen a figuras clave del poder. Son bancos de información con datos sobre narcotráfico, corrupción, lavado de dinero, nexos con grupos terroristas, cadenas de testaferros que la inteligencia estadounidense tiene en su poder desde hace años. Es curioso que en los últimos doce meses pocos funcionarios de la plana mayor no hayan sido vistos en el exterior, quizá, por temor a su detención por determinados asuntos.
El llamado que hizo el presidente Maduro para poderes "superespeciales" con una Ley Habilitante, en el marco de las tensiones con Estados Unidos, fue solo un pretexto para lo que estaba por venir. El Gobierno no legislará por esta situación especial, sino porque tenía guardado esta estrategia para una ocasión especial y ha llegado. No hay que pecar de ingenuos. El escenario más previsible es que las decisiones sean de carácter económico, pero también político, sobre todo, lo que pueda favorecer al chavismo en las elecciones parlamentarias, como alterar los circuitos electorales, entre otras cosas. 
Se prevén más sanciones pero ahora sobre temas más comprometedores que los derechos humanos. Estados Unidos luce dispuesta a revelar con nombre y apellido a quienes considera hostiles. La batería burocrática de esa nación guarda un entramado de mecanismos que si bien no afectan al país, a sus ciudadanos, sí a quienes forman parte del poder. Lo peligroso es que se abra un segundo frente que sí termine afectado al ciudadano común con sanciones en el campo económico, energético, alimenticio. Que el presidente Obama llegue a esos extremos luce distante, pero todo puede ocurrir. 

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