Cien sanciones después, el chavismo continúa en el poder

Maduro ha descartado suspender el llamado a la constituyente 

El Gobierno venezolano, desde 2006, acumula una decena de sanciones por parte de Estados Unidos, y haciendo caso omiso a ellas, el chavismo ha continuado con su afán de imponer una dictadura socialista en el país, por lo cual el riesgo de medidas contra el petróleo pueden cambiar las cosas. O no.

Hay casi un centenar (98 exactamente) de altos funcionarios venezolanos, entre ministros, gobernadores, diputados, militares, así como sus parientes, que están sancionados por la Casa Blanca, la mayoría por presuntos vínculos con el narcotráfico, corrupción y violaciones a los derechos humanos.

Los estadounidenses saben que la imposición de estas medidas, como embargo de bienes o revocación de visados, no siempre surten el efecto deseado, y, al contrario, muchas veces terminan por empeorar las cosas, porque convierte el asunto en un pulso de poder.

Irán Cuba, Zimbabue, Corea del Norte y hasta Venezuela lo demuestran con el tiempo.

La venta de petróleo venezolano a empresas de EEUU es la que oxigena las arcas del chavismo o Estado, ya es difícil la separación de rango.  

Son unos 700 mil barriles diarios que a duras penas ayudan a pagar importaciones de alimentos y medicinas, y si este chorro de dinero fresco se corta abruptamente, los únicos afectados serán el pueblo de Venezuela, nadie más.

A Rusia con China
En 2006, y bajo el argumento de que el presidente Hugo Chávez no cooperaba en los esfuerzos contra el terrorismo, EEUU decidió imponer un embargo militar a Venezuela, lo que terminó de empujar al gobierno a los brazos de Rusia y China, convirtiéndose Moscú hoy en día en el mayor proveedor de armamento del régimen.

El presidente de EEUU, Donald Trump, amenazó con fuertes sanciones a Caracas

Las medidas contra Venezuela por parte de la Casa Blanca, o dígase hacia el gobierno, nunca fueron por el deterioro a la democracia o derechos humanos, sino para forzarlo a tomar distancia de países o alianzas que EEUU consideraba nocivas a sus intereses, dígase Irán, Cuba, o todo aquello que el “bolivarianismo” de Chávez quiso abrazar bajo la bandera antiestadounidense”.

El argumento base de las medidas siempre fue que Caracas estaba cooperando con grupos terroristas como las guerrillas colombianas, sus relaciones militares o económicas con Irán, violando normativas internacionales, y mucho más delicado, la relación de altos jerarcas del chavismo con narcotraficantes.


 En el peor de los casos, más allá de medidas contra funcionarios a partir de 2008 por cooperar con las FARC en el tráfico de drogas; en 2014 por violaciones a los derechos humanos o corrupción, en estos momentos la principal acusación de EEUU hacia Venezuela es que militares, con altos cargos, así como ministros, funcionarios medios, tienen nexos con el tráfico de drogas, un delito que va más allá de tintes ideológicos.

Desde sanciones al sector defensa, a la banca estatal de inversiones, como las de 2008 cuando Washington designó al Banco Internacional de Desarrollo (BID) venezolano, por proporcionar o intentar proporcionar servicios financieros a los iraníes, el gobierno de Chávez vio estas medidas como condecoraciones a su desafío a la primera potencia del mundo.

Presente más difícil
El problema en estos momentos es el escenario adverso del gobierno del presidente Nicolás Maduro, que no ha sabido afrontar la crisis económica y pretende consolidar el socialismo con una reforma constitucional ilegal propuesta para el 30 de julio.

Con Chávez en el poder el país aún contaba con mucho dinero por los elevados precios del petróleo y su robusta popularidad. Maduro no tiene esas carta para jugar en el tablero frente a un eventual embargo petrolero, pero aquí el asunto de sancionar es el que se torna complejo.

El chavismo radical se muestra contrario a negociar una salida democrática

La médula radical del chavismo detrás de Maduro está dispuesta a un todo por el todo para no quedarse sin poder. El bloqueo petrolero a Venezuela puede que no sea automático, dando tiempo al régimen de buscar pequeños mercados para ofrecer su petróleo o comprar derivados, en Asia o los chinos, aunque es difícil por la distancia, las formas de pago, y, sin duda, el exceso de oferta mundial.

El régimen de Robert Mugabe, en Zimbabue, es comparable a la situación que atraviesa Venezuela hoy en día. La última década la dictadura logró diezmar a la oposición con sus trampas, y la estructura de poder, en forma de clanes, no se ve afectada por las sanciones internacionales porque al final lo corruptos siempre se salvan.

La historia ha demostrado, como también se vio en Myanmar, donde las sanciones contra la Junta Militar más bien los atornilló en el poder, que este tipo de medidas contra un Estado termina matando a su pueblo y no a quienes regentan el mando.

Mugabe lleva 30 años gobernando Zimbabue (Archivo)

 Golpear a la cleptocracia
Si EEUU quiere enviar un mensaje contundente lo más inmediato, debe trazar una alianza con sus socios de la Unión Europea para impedir que la "cleptocracia" bolivariana continúe disfrutando en el exterior y regresen a Venezuela a ver las penurias del país.

En este caso, deberían tomarse medidas para revocar visados, prohibir el paso por sus territorios o embargarse bienes de familiares de funcionarios o personeros vinculados en la primera y segunda línea con el régimen chavista que residen en EEUU o Europa sin inconvenientes.

Esta medida puede ser un primer mensaje contundente que causaría una implosión en el chavismo generando fricciones, y con la soga al cuello en las filas en sus filas, será la hora de jugar con una ficha más radical para forzar al régimen, que es el golpe al sector petrolero.

Irán tardó casi dos años en sentarse a negociar el acuerdo que en 2015 frenó el acceso a la bomba atómica a cambio de levantar sanciones, pero tardó en surtir efecto aquellas medidas por lo dinámico de la economía del país, aunque muy dependiente del petróleo.

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Maduro debe entender que el fin del régimen ha llegado, sin duda, y negociar la transición es clave por su propio bien. Si el lobo de las sanciones llegó, no hay que dudar que el chavismo es capaz de matar de hambre a la gente con tal de no dejarse ver derrotado. Eso afianzará la dictadura, y no quedará más que esperar lo peor: todos a la calle o una dictadura caribeña rica en petróleo.

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