La primera gran fiesta "marica"


Los calcetines con la bandera gay eran muy comunes (FLB)

Por un margen de casi dos a uno (62% a 32%), más estadounidenses aprueban que las parejas gais se casen frente a los que dicen que lo rechazan

La fiestas tienen un significado especial. Están las que honran la vida y otras que recuerdan la muerte, pero la alegría suele ser el común denominador, conforme todo el que asiste busca reír y compartir para recordar. Eso me ocurrió hace poco, como nunca antes.

Nueva York acogió el 25 de junio la parada del Gay Pride, una de las fiestas más populares de la ciudad cuyo significado rompe cualquier estereotipo. No se trató de una celebración rutinaria, todo lo contrario, fue más reivindicativa y especial que nunca. Ya no es la "fiesta marica" como quería desprestigiarse. 

Era la primera vez que asistía a una parada del orgullo gay, la primera también en una urbe tan universal como Nueva York. No se trató de un baño de colores pasteles en sus miles de formas. Fue, al contrario, un baño de humanidad, de razón, de justicia, de alegría, porque si no todos estaban allí, al menos casi todos.



Se trataba de amigos, parejas, novios, novias, desconocidos, familias enteras que aplaudían al ritmo de las comparsas de las caravanas. Del padre que cargaba sobre sus hombres a su hija de un año, mientras ella movía sus brazos eufóricos al ritmo de la música de las comparsas. Y allí, la que quizá era su madre, tomando de un brazo a aquel hombre ataviado con una orgullosa cachucha del “arcoíris gay”.

No solo eran cuerpos semidesnudos de hombros robustos, marcados por furor de los gimnasios, transgéneros haciendo gala de su verdadera libertad con cuerpos moldeados como velas, eran todos: los ancianos, los niños, los novios, las novias, el policía, el bombero, el transeúnte común que disfrutaba, celebraba, reía.

La ciudad de Nueva York es la capital del mundo, no debe haber discusiones. Que los habitantes de esta urbe tan cosmopolita, tan universal, sea por mero afán comercial o esnobismo, colgaran en las ventanas de sus casas, negocios, carros o prendas personales una “bandera gay” en la semana del “orgullo” dice mucho del cambio de mentalidad hacia el colectivo en los últimos años.



Dos años después de la decisión de la Suprema Corte de Estados Unidos de que los estados deben reconocer los matrimonios del mismo sexo en todo el país, el apoyo para permitir que los homosexuales se casen legalmente está en su punto más alto en más de dos décadas, según un sondeo del Pew Research Center sobre el tema.

Por un margen de casi dos a uno (62% a 32%), más estadounidenses aprueban que las parejas gais se casen frente a los que dicen que lo rechazan, refiere el estudio. Es notorio que las nuevas generaciones, los llamados “Millennials” (con edades entre 18 y 36 años) ondean la bandera dela tolerancia.

La fiesta de aquel domingo tuvo un sentido, demostrar que la comunidad gay tiene los mismos derechos que cualquier ciudadano y atrás quedaron los días oscuros de silencio forzado, sin ninguna distinción.

Existe una sencilla simplicidad en saber a quien se ama o quiere, pero con la amargura y dolor en muchos casos de no poderlo decir. A los que pueden en todo el mundo libremente y a los que la daga de lo absurdo los acosa, este día fue y es para ellos.


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